De lo ajeno, lo propio
El interés que surge en mi obra actual por el grafiti se remonta a
los primeros años de facultad. Alguien me dejó el libro Los
graffiti de Craig Castleman (1982), poco visto en esa época, que
resumía y explicaba la obra de grafiteros de Nueva York. Se tenía
la idea generalizada de que el grafiti era una guarrada que manchaba
los muros y las paredes, los trenes y los apeaderos; pasó mucho
tiempo para que en Madrid se hiciera famoso Muelle.
Pocas personas teníamos fascinación por esas pintadas anónimas,
suciedades que explotaban con sus colores en las ciudades. Anclados
en mi cerebro estos recuerdos y con el gusto de la fotografía, caí
en la cuenta de que poseía una amplia colección de fotos de grafiti
cercanos y de muchos países que he visitado.
Contestando las preguntas anteriores, he de decir, que el color me
sorprendía en una época que en la facultad todavía andaba por la
mimesis por la mimesis, sin alma, sin concesiones de libertad; de la
imagen a copiar del natural. Paradójico en una época de interés
por el diseño y la publicidad, que ahora a tantos años vista ha
evolucionado de sobremanera. Mi gusto por el expresionismo alemán,
la escuela de Nueva York y los últimos movimientos del siglo XIX y
principios del XX, me dirigían de una forma natural al color por el
color, a pocas mezclas y más claridad, aunque la naturaleza y lo que
me rodeara no lo fuera. Ese lado lúdico del arte, se hacía
materializable en los colores, los artistas nos sentíamos niños
jugando con cubitos coloreados.
¿Fue ésta una de las causas intrínsecas que me hizo sustituir el
óleo por el acrílico?, tal vez, eso y la rapidez; vivo en la época
del botón (todo se resuelve con inmediatez presionando un botón o
tecla), contradictoria al hacer del arte, pero mi obra necesitaba
mayor velocidad que el lento secado del óleo.
Sigo contestando; creo que el anonimato y la colectividad en el
grafiti van unidos. Anonimato ancestral del varón-mujer artista que
anhela su trascendencia, su necesidad imperiosa de manifestarse, de
dejar huella, huella lítica, huella en hormigón. Contradicción
anónimo-colectivo de la ejecución del grafitero; quiero ser
anónimo, hago mi obra a escondidas, al margen de la ley, pero que
sea de disfrute colectivo. La sociedad colectiviza el arte, sobre
todo actualmente (no hay más que ver las filas de devoradores de
cultura de las últimas exposiciones). El artista grafitero necesita
para su ego que la máxima cantidad de personas lo vea, ¡necesidad
infantil de reconocimiento!, ¿necesidad de igualarse a los artistas
serios y reconocidos, algunos mundialmente? Ser grafitero conlleva
sus riesgos, ¡qué mejor premio que la máxima audiencia visual! La
fama se sustenta en el recuerdo del vulgo. El TAG (firma), da todo el
valor anónimo-reconocimiento al grafitero; entre ellos se reconocen,
su anonimato es relativo, algo parecido a los artistas de cada país,
de cada ciudad.
Una de las características que me llama la atención, aunque no es
una constante en la mayoría, es la inaccesibilidad de algunos
grafitis. Piensas incluso que surgen por generación espontánea en
puentes, recodos, tejados, farolas…; entroncando con un sentido
oculto del arte rupestre, realizado en abrigos montañosos o en
lugares inaccesibles, cuya función mágico-artística estaba
reservada a los iniciados. En la cultura del grafiti habrá un camino
iniciático (dato que desconozco), lo confirmaría las pintadas con
ubicaciones casi imposibles.
Ya traté sobre este tema en mi trabajo anterior Suerte de azar,
que se basaba en parte en el arte callejero, curiosamente este
proyecto también posee uno de sus puntos de apoyo en un libro
encontrado en un museo de Berlín; ambos proyectos enlazan en el
mismo libro y en el arte dado, donado, regalado en la calle, por
artistas que no buscan galerías, ni museos,… ¿es el arte más
genuino, o es una consecuencia de la saturación de imágenes que nos
acechan en todos los minutos de nuestra vida?
Haring institucionalizó el grafiti, ahora es una marca, a Basquiat
no le dio tiempo, su imagen era más desgarradora y no cuajó en la
gran masa.
Iconografía fácil, los iconos nos facilitan la comprensión de la
imagen, en definitiva la comprensión del mensaje. En el libro
Estrategias del dibujo en el arte contemporáneo de Juan José
Gómez Molina, se dice en el apartado el modelo del dibujo: “la
valoración de los otros a través de nuestros dibujos es un factor
importante de auto reconocimiento”.
Auto conocimiento del yo artista, sea cuál sea la disciplina que
realice. Ahora es muy amplia la oferta, oferta porque se ofrece a
otros, como el grafitero nos ofrece su TAG, mensajes, iconos…,
aunque sea efímeramente, característica general del grafiti
auténtico, no comercializado. Validez de lo efímero en el mundo del
arte, obra a disfrutar en un corto espacio de tiempo, como el land
art deja su impronta y desaparece, se fija en la retina o muere.
Recuerdo, se filma o se fotografía para que perdure.
De lo ajeno, lo propio; no quisiera ni quiero apropiarme de imágenes
que no he parido, en este mundo global todos nos inspiramos en todos.
Estos grafitis han sido objetos encontrados en determinados momentos,
cada uno posee su historia, mi biografía pictórica se construye en
los años, ahora sustituyen mis inseparables collages, los collages
de otros; maravillosas imágenes para mí con un poder de mándala.
Alguien me preguntó:
¿por qué no haces un homenaje a pintores y obras de la antigüedad?
No contesto, debido a que como muchos artistas tal vez lo realice en
alguna ocasión, y qué mejor reconocimiento que éste a todos los
artistas famosos o no.
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